A muy pocos metros de Bulevar Artigas, en la avenida Rivera, se encuentra el local central de lo que fue La Vienesa, la panadería y confitería que cerró sus puertas luego de un proceso de declive administrativo que culminó con el lacónico anuncio oficial patronal: "estamos en bancarrota".
Desde la Mesa Coordinadora del Pan se alertó en distintas oportunidades lo que estaba sucediendo en La Vienesa y la realidad volvió a impactar de lleno en la vida de casi cien familias que fueron notificadas por el propietario de la empresa que la decisión estaba tomada.
Por estas horas, la casa central de La Vienesa se mantiene ocupada, con un grupo numeroso de trabajadoras y trabajadores que hacen guardias, aguardan la liquidación de los despidos, afinan detalles del proceso no tan sencillo ni rápido que implica instrumentar los seguros de paro especiales y de manera colectiva, avizoran un futuro autogestionado para mantener la fuente laboral. La idea es poder llegar a un acuerdo para seguir operando en el local de la avenida Rivera que es el que cuenta con las maquinarias necesarias para la elaboración de los productos.
Protagonistas
Mayra es venezolana, su sonrisa caribeña resiste al complejo proceso de haberse quedado sin trabajo y hasta tiene brillantina de colores en sus pestañas, "porque hay que mirar a la gente con nuestra mejor sonrisa y presencia, eso lo aprendemos quienes trabajamos atendiendo al público detrás de un mostrador". Mayra ha sido cajera, encargada, de todo ha hecho. Y durante las últimas semanas fue percibiendo el cambio en las condiciones de trabajo, particularmente en la falta de materias primas para la elaboración de los productos. "Todos estamos afectados, quienes tenemos familia y quienes están solos, y la gente tiene que entender que nosotros hacemos lo mejor que podemos para salir adelante aún en circunstancias complicadas y que muchas veces nos entra una angustia terrible por lo que nos está pasando, pero tratamos de apoyarnos entre nosotros". Según Mayra, la peor incertidumbre sobre el futuro la vivió durante la pandemia "porque ahí sí que no teníamos idea qué iba a pasar ni cuánto iba a durar aquello, pero esto que estamos viviendo ahora, sin llegar a eso, igualmente es muy feo".
Ana es la delegada del comité de base de La Vienesa. Lleva siete años trabajando allí pero sabe que hay quienes ingresaron antes que ella. Durante la ocupación, es una de las trabajadoras que tiene la responsabilidad de hablar con la prensa, contarle a los medios lo que están viviendo y cada vez que puede, agradece la solidaridad de otros sindicatos y del barrio. Ella agradece, vuelve a agradecer y se emociona cuando explica lo que significa para ellas y ellos recibir donaciones de comida, de materias primas, las visitas, los abrazos, las palabras de aliento y la gente que llega a comprarles bizcochos o lo que sea que hayan preparado para la venta. "Es que la gente es muy buena, no tenemos palabras de agradecimiento para todos quienes nos están apoyando, la Mesa del Pan, los sindicatos, el barrio, tanta gente que se ha portado divino con nosotros que es hermoso".
Ana también comprendió unas cuantas semanas atrás que la empresa venía en caída libre porque faltaban materias primas "y el dueño nos pedía que hiciéramos malabares para producir más con lo poco que teníamos. Pero claro, es difícil lograr empatía cuando no te pagan el salario".
Para el sindicato, la mala gestión llevó a esta situación de falta de dinero en caja. "No había un respaldo financiero que nos garantizara que podíamos mantenernos en el mercado. Por eso entendimos con la Mesa del Pan que la reestructura que nos planteaba la patronal no era viable".
La asamblea sindical realizada este lunes -que contó con la presencia del propietario junto a su abogado- resolvió asumir los despidos, modificar la carátula de los seguros de paro y gestionar los seguros especiales. Paralelamente, se está sobrellevando el día a día con las donaciones, la venta de productos y ya se piensa en el modelo de autogestión para construir su propio camino, una vez que se solucionen todos los pasos previos. Asimismo, se deberá
Ricardo está por cumplir los cincuenta años y llegó a La Vienesa hace seis. No cocina ni atiende mostrador, es acompañante en el reparto del camión. Fue de los que se resistió a creer que la empresa podía cerrar. "Cuando me cayó la ficha mis compañeros me hicieron ver la realidad".
En la cocina se amontonan bandejas, unas cuantas asaderas y en las repisas se han ido colocando las donaciones de los sindicatos que han iniciado una campaña solidaria de apoyo a las y los trabajadores de La Vienesa. Por allí se charla, se ajustan detalles de las instancias que se vendrán en las próximas horas y de pronto, ingresa otra trabajadora a la cocina y se presenta como si estuviera en un programa de radio: "Hola, que tal, mi nombre es Madelón Sosa y es un gusto tenerte por acá". Las risas lo invaden todo. "Por ahora no soy locutora pero no descartamos nada, eh". Es una de las más nuevitas, ya que ingresó hace nueve meses. "Me siento cómoda con el equipo, me encanta lo que hago, fui cajera, mostrador, tuve que ser encargada y ahora estoy apoyando esta lucha. La verdad que estábamos bien, me sentía cómoda porque está bueno trabajar en lo que te gusta, y yo me levantaba a las cinco de la mañana para venir a atender a los clientes, porque me encanta eso. Ahora es difícil explicarlo, es un gran vacío. Aunque soy optimista, no ha sido fácil, pero soy la optimista que agradece el apoyo de todos los que nos están apoyando". Madelón es todo energía pero no niega que también la pasó mal. "A veces eso de ser la positiva del equipo te hace no mostrar cuando vos te sentís mal, y esperaba a irme a mi casa para aflojarme y bueno, eso que es tan necesario cuando uno necesita descargar las tensiones. Pero al otro día vuelvo y soy la misma de siempre, la de la sonrisa para todo el mundo".
Ella confía que la solución final será con la cooperativa y eso les permitirá salir adelante. "Si Dios quiere y si nosotros vamos para adelante".