
En los últimos días hemos visto cómo desde distintos ámbitos del gobierno se impulsa la creación de una Universidad de la Educación. Que el tema de la creación de una institución universitaria sea uno de los centros de la discusión política y que dicha institución se señale como importante para la formación de los futuros docentes y educadores es un primer paso para una amplia discusión social sobre su conveniencia y necesidad. Celebramos que actores políticos que hasta hace poco sólo podían pensar en títulos de cartón como solución, hoy vean la pertinencia de una Universidad de la Educación.
Sin embargo, las declaraciones de las autoridades político-partidarias del MEC, el CODICEN y de distintos parlamentarios parecen dejar entrever que se cerraría el tema a una negociación entre cúpulas partidarias. El objetivo de concretar a corto plazo una Universidad de la Educación parecería justificar el descuido y minimización de sus principales condiciones estructurantes. Esta premura y desatención son más contestes a la búsqueda de generar un logro victorioso del nuevo gobierno que a la concreción de un proyecto largamente anhelado y meditado por los colectivos.
La insistencia en que los votos “no están” para lograr un cogobierno es, más bien, un intento de convencer de que la partida está perdida antes de jugarla. Se está dispuesto a crear una institución en donde todo indica que la conducción política partidaria seguirá siendo la determinante y la participación de los directamente involucrados sólo una cuestión de asesoría. Es preocupante que este sea el camino que quiera llevar adelante una fuerza política que venía postulando un cambio en relación a la participación y que en su programa de gobierno levanta reiteradamente la bandera del cogobierno.
Una Universidad de la Educación no es un cascarón vacío al que se le llena de contenido después; debe ser producto de un amplio consenso social que solo es posible si la misma se discute con la sociedad toda, tomando aportes de los directamente involucrados y analizando qué implica una universidad con autonomía y cogobierno y una sin autonomía y cogobierno.
Generar un debate nacional en donde los distintos representantes políticos deben rendir cuentas de porqué votan o no una Universidad autónoma es esencial. Comprender la importancia de un cogobierno frente a los vaivenes políticos constituye la esencia misma del histórico reclamo. Esa interferencia política es la que llevó a la actual situación de desmantelamiento y caos en la formación en educación fruto de la administración 2020-2025, donde, a pesar de ser este subsistema un Consejo, las voces de estudiantes y docentes eran calladas por las mayorías partidarias.
La Formación en Educación es la única institución pública terciaria que tiene presencia en todos los departamentos del país superando los 30.000 estudiantes. Miles de jóvenes ingresan cada año a formarse como docentes y educadores. Esto lo saben los partidos de la oposición, que cuando fueron gobierno no querían hablar de la UNED y ahora se apresuran a negociar.
No es tiempo de apurar el tranco si el camino lleva a olvidar las promesas electorales, no es tiempo de ganar una partida para perder el juego. Es tiempo de construir puentes con la sociedad civil, de abrir la cancha y escuchar. Los cambios entre cuatro paredes son rápidos pero de base débil. La revolución de las pequeñas cosas, al decir del presidente Orsi, implica comenzar por otro sendero: el de la participación real.
Por una Universidad de la Educación, pública, autónoma y cogobernada
Secretariado Ejecutivo SIDFE