La solidaridad y el barrio

Jueves, 14 Mayo 2020 18:07
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Ana vive en camino Lecocq entre Edison y Aparicio Saravia. Allí, ingresando por el pasaje B, hay unas viviendas pintadas de blanco, en un barrio que para muchos es Conciliación, pero Ana como tantos otros prefieren llamarlo por su otro nombre: Nueva Esperanza. Allí viven muchos feriantes, changadores, cuidacoches, gente que se la rebusca como puede. Hay quienes tienen ingresos fijos y quienes no saben qué será de su futuro. Muchos están en seguro de paro y otros ni siquiera pueden contar con eso.

Ana Silva es hija de trabajadores. Su papá era zapatero y su mamá modista. Se enteró a mediados de marzo que iba al seguro pero unos días antes ya supo que las cosas estaban complicadas para mucha gente del barrio. Que el trabajo escaseaba y que había que hacer algo. Y cuando le comunicaron que la enviarían al seguro de paro pensó que entonces era el momento de dedicar el tiempo disponible para hacer algo por los demás.

Ella dice que los años de militancia sindical en la UNTMRA marcan caminos, enseñan muchas cosas, dejan huellas, templan el alma.

Ese mismo día que la mandaron al seguro, Ana salió a recorrer el barrio para comenzar a ver precios de verduras, arroz, fideos y a charlar con vecinas y vecinos, sin mucha vuelta. Y así fue que a partir del 1° de abril, comenzó la olla popular solidaria en su casa.  

"Esto es entre todos pero a la cocina entro yo sola, todos ayudan y colaboran, pero la comida la cocino yo solita".

La dinámica y las posibilidades alcanzaron para que Ana y su gente preparen unos 200 platos por día, que se entregan para la cena.

Son cinco ollas grandes y en la cocina hay tres garrafas de 3 kg y una de 13 kg.

Al inicio, todo salía de su bolsillo. Y el de su mamá que también aportaba lo que podía. Inmediatamente llegó el apoyo del movimiento sindical, las donaciones, el barrio y la buena disposición de comerciantes que les ofrecieron mercadería a costos bajos.

"Hay un señor allá por Instrucciones y Aparicio Saravia que va al Mercado y vende en esa esquina y le compramos la bolsa de boniatos, morrón, cebolla, todo lo más básico para la olla. Y también la carnicería del barrio  nos hace precio cada vez que vamos a comprar".

Otro vecino, también militante sindical que Ana conoció en la UNTMRA da una mano y puso su auto a disposición. "Él me lleva a comprar la verdura y siempre está dando una mano".

"Como no alcanza con una sola comida diaria, mucha gente va a comer a otras ollas al mediodía. Y complementamos con canastas que aporta el PIT-CNT que también nos ayuda muchas veces para sustentar los costos de la olla".

La realidad del barrio es muy similar a la de tantas zonas de Montevideo y el interior. Gente sin trabajo, muchos en el seguro de paro y otros tantos sin siquiera eso. "Hay vecinas que se quedaron sin nada, que tienen hijos chicos, gente con problemas de salud, la cosa está complicada. Hay quienes reciben esos 1200 pesos del Mides, pero después llegan a la casa y no tienen gas".

Barrio de veras

Ana sostiene que el ser solidario no es dar lo que a uno le sobra sino lo que a veces no lo alcanza.

"Hay gente que viene a buscar la vianda, un plato de comida, pero al mismo tiempo viene con un paquete de fideos o arroz, y te lo trae porque es lo que puede aportar. Te dicen que quieren dar algo. Aunque no les alcance a ellos para cocinar para sus familias. Y eso es lo que nos llena el alma. Y nos da más fuerza para arrancar de nuevo al otro día, a volver a empezar".

 

Modificado por última vez en Viernes, 15 Mayo 2020 18:14
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