El Instituto Cuesta Duarte y los desafíos para el Uruguay

Jueves, 29 Diciembre 2016 09:05
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El director del Instituto Cuesta Duarte, Milton Castellano, explicó al Portal que el año 2016 se cierra con mejores indicadores que los que se tenían al inicio. En la contextualización de variables como inflación, desempleo y el dólar, se encuentra un escenario distinto “y muchos de esos indicadores se lograron mejorar” adelantó.

Este diciembre el Instituto Cuesta Duarte realizó su Informe de coyuntura: Balance y perspectivas de los primeros 18 meses del actual gobierno. Allí se señala, entre otros aspectos relevantes de la economía, inveriones, trabajo, salario y coyuntura internacional, que para el próximo año, el mercado laboral “no presentaría grandes cambios y en 2017 se mantendrían niveles de empleo y desempleo similares al piso alcanzado en 2016. Si bien esto puede ser una buena noticia a nivel agregado, es complicado en aquellos sectores que vienen acarreando problemas de empleo desde hace más tiempo y donde, aunque no empeorarían, tampoco no se verían mejoras en el corto plazo, si no se aplican políticas sectoriales de promoción y defensa del empleo a partir de políticas activas de empleo y capacitación”.

Castellano dijo al Portal que el inicio del 2016 se vivió de manera compleja. “Hay que recordar que no hace mucho, el mes de marzo y abril teníamos una inflación llegando al 11%, el dólar presionando al alza los precios, recordemos que estaba más de $33, también teníamos la taza de desempleo en aumento y un déficit fiscal importante. El arranque del año luego de las vacaciones fue con una situación de negociación colectiva muy lejos de poder soportar esa presión inflacionaria por los lineamientos del Poder Ejecutivo y con perspectivas de pérdida salarial real. Esa era el escenario que estábamos viviendo en los meses de marzo y abril. Y estamos llegando a la finalización del año, felizmente con muchos de esos indicadores en mejores condiciones; la inflación se logró moderar, no es lo mismo el 11% que el 8% y unas décimas, que es con lo que vamos a terminar el año. La situación de desempleo se frenó y se han creado puestos de trabajo, el dólar bajó. Todas esas cosas que hacían prever un año realmente complicado fueron mejorando, incluso los lineamientos de la negociación colectiva en los Consejos de Salarios ha permitido que tengamos un fin de año sin crecimiento desmedido pero volviendo a tener algunos números de mejora que ayudan a ver una perspectiva mejor”. En este sentido, para el director del Cuesta Duarte, un elemento importante a destacar es el resultado que se termina obteniendo en materia de negociación colectiva.

Terminamos una ronda de negociación colectiva donde la mayoría de los sectores han firmado, como la construcción, el comercio. Termina una negociación colectiva muy larga que llevó casi dos años, que al ser tan extensa en el tiempo pasó por todas la etapas, las de perspectivas mejores hasta las más embromadas de principios de este año.

Yo diría que Uruguay hoy tiene una situación donde se preveía que los trabajadores íbamos a caer y no caímos, estamos en una situación más o menos de flotación. Es mucho mejor esa circunstancia para ver los desafíos del año que comienza. Tenemos un año 2017 que va a ser un año muy importante para consolidar crecimiento y las condiciones de la gente, de los trabajadores, va a ser decisivo encarar el 2017 con esa perspectiva”.

Desafíos

Castellano aseguró al Portal que Uruguay necesita consolidar inversiones y necesita crear condiciones para el crecimiento. En este plano recordó el compromiso de inversión que anunció oportunamente el Presidente de la República, Tabaré Vázquez, de 12 mil millones de dólares.

Creo que el tema de las inversiones es uno de los grandes desafíos para el año que viene. Uruguay tiene que consolidar eso, hay algunas expectativas de inversiones importantes, la de la tercera pastera que implica un esfuerzo muy importante para el país. La inversión o sale del Estado o sale del privado, para nosotros la inversión pública es la más importante. El otro gran desafío es la discusión presupuestal que se va a plantear a mitad de año, se van a discutir tres aspectos importantes en ese presupuesto: los salarios, la inversión pública y las políticas sociales.

Los salarios de los trabajadores públicos; las políticas sociales las que fundamentalmente tienen que ver con vivienda, entre otras”. En este sentido, Castellano sostuvo que para poder cumplir todos los objetivos “ya sea en las políticas sociales, inversión, el gasto, hay que analizar el tema tributario, si dan las cifras como para poder cumplir. El dilema es si se hacen las cuentas que están en los planes de gobierno, que son importantes o no se hacen y eso va a depender de la caja”. Asimismo, recordó que desde el Instituto, “hicimos el año pasado algunas propuestas de tributos con la filosofía de que pague más el que más tiene, ahí estaba el impuesto a la renta, el impuesto al patrimonio, el impuesto al juego, cosas que permitan mejorar la arcas y que se puedan cumplir con los objetivos planteados”.

Hacia el futuro

De cara al futuro, Uruguay deberá afrontar algunos grandes desafíos en la discusión nacional. “Un gran tema es la inversión, otro el Presupuesto Nacional y el tercer tema que va a estar ahí como clave son los salarios de los empleados públicos. Asimismo, el país también se tiene que abrir a la discusión de la política energética, qué se está haciendo con el tema de Ancap, el portland y el tema de las tarifas. Esto se enmarca en una discusión y análisis importante de las empresas públicas y la energía”.

Castellano reconoció que el 2017 “va a ser una año de desafíos” concluyó.

Informe de Coyuntura: Balance y perspectivas de los primeros 18 meses del actual gobierno

    La economía uruguaya viene de un proceso de crecimiento ininterrumpido desde 2004, con picos muy altos en 2008 y 2010 (7,2% y 7,8% anual respectivamente). Pero a partir de 2015 comienza una reducción sensible del ritmo de crecimiento del producto y la economía se expande solamente 1%. Los datos más recientes publicados indican que en el segundo trimestre de 2016 la atividad económica se mantuvo prácticamente en el mismo nivel que había alcanzado en el trimestre anterior[1].

    La sucesión de trimestres de escaso y casi nulo crecimiento han mellado en el mercado de trabajo donde los principales indicadores laborales sufrieron un leve deterioro. Disminuyó el empleo y aumentó el desempleo medio, pero la situación no es homogénea entre sectores. La Construcción ha sido el sector más afectado en términos relativos desde que comenzó el deterioro en el mercado de trabajo y es también donde el proceso tiene más larga data. En este sector, el deterioro se trasladó también a las condiciones de trabajo, con un  pasaje de trabajadores a la informalidad. Le sigue en importancia la Industria manufacturera donde la situación también es diversa entre ramas.

    En materia de salarios, la evolución de los últimos meses estuvo afectada fundamentalmente por el cambio en los lineamientos para la negociación colectiva y una inflación que por varios meses se ubicó por encima del 10%, aumentando su distancia con las metas de inflación esperada para los ajustes salariales y también con los porcentajes de ajustes nominales propuestos para la ronda de negociación.

    Asimismo, se ha verificado un estancamiento o retroceso de algunos indicadores sociales como síntesis de las evoluciones anteriores. Entre ellos, en 2015 por primera vez desde 2005 se detuvo la caída dela pobreza, manteniéndose constante el porcentaje de personas pobres respecto a 2014 y es factible que en 2016 tampoco se den mejoras en este plano. Por su parte, el Índice de Gini, que mide la desigualdad de ingresos personalesse encuentra estable desde 2012, mostrando un estancamiento preocupante en los últimos tres años, que posiblemente se mantenga en 2016. Finalmente, como resultado conjunto de la evolución de los salarios y el empleo, en 2015 se redujo en valor absoluto la masa salarial, que como proporción del producto se mantiene prácticamente estable desde 2011.

    En adelante, las perspectivas parecen ser de al menos seis meses más relativamente similares en materia de crecimiento, más allá de que se espera una buena temporada turística, lo que seguramente afectará positivamente la actividad. Por el momento, la única señal que se avizora en el mediano plazo para romper con el estancamiento parece ser la inversión extranjera, y en concreto la instalación de una nueva planta de celulosa de UPM. Si bien hubiera sido deseable que la reactivación económica viniera no sólo de la inversión extranjera, hoy parece ser el único camino viable para la actual conducción económica.

    Es indudable el impacto de una inversión del porte de UPM en una economía de la magnitud de la nuestra, particularmente en las primeras etapas de instalación y trabajos de construcción, tanto por el empleo directo que generan como el que se crea entorno a éste. Sin embargo, no por ser de menor magnitud deja de tener importancia la inversión pública, en particular aquella más estratégica y alineada con metas de desarrollo de mediano plazo. En este sentido es fundamental dar impulso al plan de inversiones que planteó el gobierno para este quinquenio hace más de un año y del cual todavía no se ha visto mucho.

    El año que viene se dará un nuevo debate presupuestal y es probable que se reediten algunos de los dilemas vividos en la rendición pasada: ¿será posible cumplir con los compromisos asumidos en materia de educación, cuidados, vivienda e inversión y a la vez alcanzar las metas de déficit fiscal propuestas con los actuales recursos? A nuestro juicio será muy difícil alcanzar dichos objetivos sin reasignaciones o postergaciones, si no se analiza la posibilidad de incrementar la actual carga tributaria, lo que abre el debate sobre la estructura tributaria que tiene el país: cuán justa es y cómo se adapta a los objetivos de desarrollo de mediano plazo.

    I. Contexto internacional

    En el plano internacional no se verificaron cambios a nivel económico trascendentes en los últimos trimestres. Las economías más avanzadas siguieron creciendo aunque no lograron alcanzar en el primer semestre de 2016 el ritmo de expansión que se proyectaba y siguen siendo las economías menos avanzadas las más dinámicas, más allá de las dificultades que enfrentan algunas de ellas.

    A nivel regional, el contexto económico es bastante complejo: las principales economías de la región se encuentran en recesión y con grandes dificultades como para pensar que puedan salir rápidamente de la crisis. Esto delinea un contexto externo adverso para la economía uruguaya, que pese a la disminución que tuvo el intercambio de bienes con Argentina en los últimos años, sigue teniendo en la región a sus principales socios comerciales.

    La economía brasileña dejó de crecer en 2014 y entró en recesión en 2015, año en que la actividad se contrajo 3,8%. La dura situación política que enfrenta este país con la destitución de la presidenta electa Dilma Rouseff agrava el ya complejo escenario económico y se espera que en 2016 la actividad vuelva a sufrir una caída. Argentina por su parte, también se encuentra en recesión. En este contexto, el gobierno de Macri ha optado por reducir la inflación y el déficit fiscal frente a apuntalar el crecimiento, adoptando medidas de gran impacto recesivo como la suba de las tarifas y fuertes recortes del gasto público.

    Con ambos países Uruguay ha mejorado su competitividad de corto plazo debido a la mayor devaluación del peso uruguayo. Esto podría impactar positivamente en el plano comercial en el caso de Brasil, que sigue siendo-ahora junto a China-el primer destino de las exportaciones uruguayas y en el turismo en el caso de Argentina. Sin embargo, la crisis económica que atraviesan ambas economías condiciona sus posibilidades de demanda y juega en contra de alcanzar mayores ingresos a partir del intercambio en la región por lo que no es claro que la demanda proveniente de estas economías contribuya positivamente al crecimiento de nuestro país en el corto plazo.

    Las elecciones presidenciales y la posibilidad de una suba en las tasas de interés de referencia en Estados Unidos ha incidido en la evolución del dólar y varias monedas a nivel mundial se valorizaron frente al dólar a partir del segundo trimestre de este año. Entre ellas se encuentra el peso uruguayo, cuya mayor valorización relativa mejoró la competitividad de corto plazo con nuestros vecinos regionales. La tendencia al descenso del tipo de cambio fue frenada en parte en el mercado local por importantes intervenciones de compra de divisas que realizó el Banco Central, aunque la tendencia a la depreciación moderada continuó y actualmente se espera que a fin de año el dólar siga ubicándose por debajo de los 30 pesos.

    II. Actividad Económica

    La economía uruguaya viene de un proceso de crecimiento ininterrumpido desde 2005, con picos muy altos en 2008 y 2010 cuando creció 7,2% y 7,8% respectivamente. Este proceso fue generado tanto por la demanda interna de consumo e inversión como por la demanda externa, a partir de las exportaciones, aunque fueron los factores de demanda interna quienes tuvieron un rol mas preponderante en este dinamismo.

    En 2015, como mencionamos en Informes anteriores[2], se da una reducción sensible del ritmo de crecimiento del producto y la economía se expandió solamente 1%. Nuevamente el freno vino de la mano de la demanda interna a partir del estancamiento del consumo y caídas en la inversión, tanto pública como privada. En el segundo trimestre de 2016 la economía permaneció estancada respecto a igual trimestre del año anterior en términos desestacionalizados y creció 1,4% respecto a igual período del año previo.

    A nivel sectorial el crecimiento se explica por las contribuciones positivas de los sectores de Suministro de Electricidad Gas y Agua, donde aumentó de manera importante la actividad de generación de energías renovables en este trimestre respecto a igual período del año anterior, y de Transporte y Comunicaciones, que igual que en trimestres previos mantiene un importante dinamismo. En el primer caso, el crecimiento fue de 145% respecto al mismo trimestre del año anterior y la contribución al crecimiento medio fue de 1,6 puntos. En el caso de Transporte y Comunicaciones, la actividad se expandió 6,1% pero por su mayor peso relativo, contribuyó en 1,1 puntos al crecimiento interanual medio.

    En contraposición, la Construcción, el Agro y las Industrias Manufactureras presentaron caídas interanuales en el segundo trimestre del año. El agro se contrajo 5,5% debido a las caídas en la lechería, ganadería y la menor producción de algunos cultivos de relevancia como la soja y el trigo. Entre las distintas ramas industriales, las principales caídas se dieron en la fabricación de vehículos y equipos de transporte y en la industria láctea. También se registró una caída en la producción de pulpa de celulosa por el cierre por mantenimiento en una de las plantas. En el caso de la construcción, la actividad del sector se vio afectada negativamente tanto por la finalización de algunas obras de relevancia que no fueron sustituidas por otras de igual dimensión como por la mayor cantidad de días de lluvia, que afecta los días de trabajo en el sector.

    Desde la perspectiva de la demanda, a diferencia de lo sucedido en los trimestres previos, durante este trimestre fue la demanda interna la que impulsó el crecimiento mientras que la demanda externa contribuyó negativamente. A nivel interno, crecieron tanto el consumo como la inversión, y en relación al sector externo, cayeron las exportaciones en volumen y crecieron las importaciones, determinando un saldo externo negativo. Destaca internamente el crecimiento de la inversión fija de 16,7%, la que se explica básicamente por un aumento en la inversión en maquinarias y equipos importados, tanto por parte del sector público como del privado, y una caída en las obras de construcción. Buena parte de esta inversión en maquinarias y equipos se dirigió a la instalación de parques eólicos.

    En lo que resta de 2016, en materia de actividad se espera que la economía atraviese un segundo semestre similar al primero, alternando trimestres de estancamiento y bajo crecimiento, pudiendo registrarse un repunte a comienzos del año próximo como consecuencia del impacto positivo del turismo. Sin embargo, para lograr una reactivación más duradera para el año entrante es necesario reactivar la inversión pública, poniendo en marcha el plan de inversiones propuesto por el gobierno. La nueva rendición de cuentas es otra herramienta central para apuntalar los compromisos en materia de inversión social, que además de estratégica, en general es intensiva en empleo.

    III. Mercado de trabajo

    En lo que va de 2016, el mercado de trabajo ha venido mostrado signos de un deterioro moderado, previsible luego de alcanzar niveles récord entre 2011 y 2014, y ante un escenario de estancamiento económico como el ya comentado. En los primeros 9 meses de 2016 la tasa de desempleo promedio se ubicó en 8%, cifra mayor al 7,4% registrado en igual período del año anterior. Esto determinó que el número de desocupados trepara a 142.700, unos 11.400 más que los observados entre enero y setiembre de 2015.

    En relación al empleo, la pérdida de puestos de trabajo en lo que va del año es muy moderada, alcanzando los 4.600 puestos de trabajo respecto a enero-setiembre de 2015. Esta caída, que representa un 0,3% de los 1.643.000 ocupados actuales, se vuelve más pronunciada al mirar dos años hacia atrás[3] ya que la mayor caída del empleo se dio en 2015 mientras que en 2016 la caída se moderó, tendencia que continuaría en lo que resta del año y durante 2017.

    El deterioro del empleo no fue igual en todos los sectores sino que se concentra claramente en algunos de ellos. El sector más afectado en términos de empleo en el último año fue el de la Construcción con una caída acumulada en dos años de algo más de 13.000 ocupados. Los otros sectores con caídas relevantes son la Industria manufacturera y el Sector primario, que en ambos casos registraron una disminución de puestos de trabajo cercana a los 10.000 y fuertemente concentrada entre 2014 y 2015.

    Además de la evolución de la cantidad de trabajadores recién analizada, es necesario poner también el foco en la calidad del empleo, que continúa siendo uno de los grandes desafíos del mercado laboral uruguayo. El no registro a la seguridad social en lo que va de 2016 se ubicó en 25,3%, cifra algo superior al 24,7% alcanzado en igual período del año pasado. Esta situación de informalidad y desprotección afecta a más de 415.000 ocupados, que no sólo no están volcando sus aportes para la jubilación sino que carecen de cobertura ante desempleo, enfermedad, maternidad, accidentes laborales y derechos como el FONASA.

    Por su parte, el subempleo relacionado a la baja carga horaria no deseada, alcanzó al 8,2% de los ocupados. Producto de la desaceleración económica, este guarismo ha venido incrementándose desde hace 2 años luego de que en 2014 se ubicara en 6,7%.

    Otro de los temas preocupantes siguen siendo las mayores tasas de desempleo de las mujeres y fundamentalmente de los jóvenes. Mientras la desocupación en las mujeres es de 9,5% (guarismo superior a la tasa masculina de 6,7%), la tasa de desempleo para los menores de 25 años supera el 24%. Esto último significa que 1 de cada 4 jóvenes que busca trabajo no lo encuentra y quienes lo obtienen generalmente se desempeñan en condiciones muy precarias de informalidad y muy bajos salarios. Teniendo en cuenta la incidencia que tiene el primer empleo en la trayectoria de un trabajador, parece acertado profundizar en políticas públicas focalizadas en los jóvenes, que lejos de verse como un costo deberían asociarse a una inversión en términos de una inserción laboral dinámica que tiene efectos relevantes a largo plazo.

    La duración promedio del desempleo se ubica en 8 semanas. A su vez, un 63% de quienes enfrentan esta condición no plantean condición alguna para aceptar un trabajo mientras que un 21% exige un empleo acorde a sus conocimientos o experiencia. Sólo un 1,8% de los desocupados plantea condicionamientos de carácter salarial.

    Ante el leve deterioro de los indicadores del mercado de trabajo comentado, cabe preguntarse si lo peor ya pasó o si dicha tendencia podría profundizarse. Para el cierre de 2016 se espera un desempleo en el entorno del 8% con cierta estabilidad en el empleo. De confirmarse estos datos, es factible que el mercado de trabajo se mantenga relativamente estable durante 2017.

    IV. Indicadores de Distribución del Ingreso

    En 2015 se muestran datos que preocupan respecto a la posibilidad de una reversión de algunas tendencias distributivas positivas que se generaron desde 2005 a 2014 aunque un análisis más minucioso revela que el estancamiento en estos planos data de hace al menos un par de años.

    La pobreza medida por el método del ingreso afectó al 9,7% de las personas en 2015. Esta cifra, idéntica a la del año anterior, supuso un freno a la pronunciada caída registrada en los 10 años anteriores. Si bien es esperable que el ritmo de descenso de la pobreza pueda enlentecerse a medida que nos aproximamos al núcleo más duro de la misma, es necesario continuar avanzando sobre este indicador que afecta con mayor intensidad a los niños menores de 6 años para quienes la pobreza supera el 20% (mientras que sólo afecta al 2% de los mayores de 65 años).

    En materia distributiva resulta útil analizar dos indicadores complementarios: la distribución personal y la distribución funcional del ingreso, es decir, aquella que da cuenta del total del ingreso apropiado por los trabajadores, las rentas del capital y otros componentes.

    En relación a la desigualdad de ingresos de las personas, la medida comúnmente utilizada para medirla es el Índice de Gini, un indicador que varía entre 0 y 1 y cuyo valor se hace más pequeño a medida que desciende la desigualdad. Mientras entre 2007 y 2012 se produjo una muy fuerte reducción en la desigualdad de ingresos asociada a diversos factores (políticas sociales, reforma de la salud, reforma tributaria, política salarial, etc), a partir de 2012 este indicador se mantuvo incambiado mostrando un estancamiento en esta dimensión. En 2015 el Índice de Gini crece levemente mostrando un empeoramiento en cuanto a la distribución personal de los ingresos, y aunque dicho aumento se encuentra dentro de los límites del error estadístico, en todo caso está reafirmando el freno en las mejoras en este plano.De acuerdo a los datos de 2015, mientras el 20% de menores ingresos de la población retiene un 7% del ingreso total, el 20% más rico se apropia del 43%.

    Cabe recordar que en 2012 se produce el último ajuste importante del Salario Mínimo Nacional (SMN), que al igual que en 2011 permitió un crecimiento real de los salarios sumergidos muy superior al del promedio de la economía. Este proceso permitió avances muy importantes en términos distributivos y su interrupción en 2012 tiene una directa asociación con el freno encontrado para seguir profundizando los avances en el combate a la desigualdad de ingresos.  

    En relación a la distribución funcional del ingreso, el análisis se centra en la evolución de la masa salarial y fundamentalmente de su peso relativo en el producto. En 2015, la masa salarial, compuesta tanto por la cantidad de asalariados como por los salarios cobrados, registró una leve caída respecto al valor de 2014. Esta situación, que no se registraba desde 2004, se explica porque la caída del empleo asalariado (2,2%) fue algo superior al aumento del salario real de 1,6%.

    Esta contracción de la masa salarial en una economía que creció 1% determinó un retroceso distributivo: en 2015 el peso de la masa salarial en el PBI representó 32,2% cuando en 2014 se había ubicado en 32,8%. Sin embargo, al mirar un período más extenso, se observa que luego de una importante recuperación de la relación masa salarial-PBI que permitió pasar de 27,1% en 2003 a 32,4% en 2011, a partir de dicho año el peso relativo se estabilizó y tendió a oscilar entre 32% y 33% del PBI, aún por debajo del 34% vigente en 1998 previo al inicio de la crisis pasada.

    En síntesis, mientras la caída de la pobreza se frenó en 2015, el estancamiento en términos distributivos ya lleva entre 3 y 4 años. La perspectiva para este año y el que viene no parece muy alentadora en ninguno de los indicadores analizados. Lejos de jugar un rol protagónico, tanto las políticas sociales como la política salarial, de fuerte incidencia en estas dimensiones, aparecen supeditadas a otros objetivos como el control de la inflación y la situación fiscal, que si bien son importantes deberían articularse equilibradamente para no sólo no retroceder sino revertir el estancamiento alcanzado en materia social.   

    V. Inflación

    Los precios al consumo mostraron una tendencia a la aceleración durante todo el año 2015 (la variación anualizada del IPC se redujo únicamente en los meses de setiembre y diciembre, mientras que en todos los otros meses aumentó) cerrando el año en 9,44%. En los primeros meses de2016 prosiguió la escalada inflacionaria superando el 10% anual y manteniéndose por encima de ese umbral durante 6 meses, con un máximo de 11% anualizado en el mes de mayo. Tras este pico máximo se produjo una moderación en el ritmo de crecimiento de los precios, que desde agosto volvió a ubicarse por debajo del 10% en términos anualizados y se ubicó en 8,45% anualizado a octubre de este año. 

    Esta evolución responde a algunos factores que detallamos a continuación. En primera instancia, a la evolución del tipo de cambio. En el primer año de gobierno de la actual administración se registró una fuerte devaluación de la moneda local y el precio del dólar en la plaza local creció cerca de 30% en sólo 12 meses. Así los meses de mayor aceleración de la inflación se corresponden con la llegada del tipo de cambio a valores de entre 31 y 32 pesos por dólar promedio (hasta abril-mayo de 2016). Posteriormente, la caída del tipo de cambio tuvo un importante efecto en la reducción del ritmo de crecimiento de los precios al consumo a nivel interno.

    En segundo término, la trayectoria inflacionaria está fuertemente ligada a la política de tarifas llevada adelante por el gobierno. Ante el acotado margen fiscal que enfrenta, a comienzos de 2016 el gobierno resolvió priorizar el frente fiscal por sobre el objetivo inflacionario, fijando aumentos de algunos precios administrados por encima de lo que venían ajustando en años anteriores. El rubro de mayor impacto fue sin dudas el de la tarifa eléctrica, con un incremento de alrededor de 10% sobre el precio promedio vigente en el año anterior.

    En tercer lugar, se produjeron situaciones coyunturales vinculadas a cuestiones climáticas o a medidas específicas, que incidieron fuertemente en algunos rubros de elevada incidencia en el Índice de Precios al Consumo. Ejemplo de esto fueron los incrementos registrados en el precio de las frutas y las verduras durante el primer semestre de 2016 así como un importante aumento en el precio del tabaco en febrero, debido a cambios en las condiciones impositivas de dicho producto. Si bien estos elementos no explican la tendencia de la inflación, contribuyeron a profundizar el alza registrada en los meses referidos.

    En cuarto lugar, es evidente que en Uruguay, el tema de la formación de precios está vinculado a las condiciones de creciente oligopolización de los mercados tanto industriales como comerciales así como en la propia importación, es decir a lo largo de toda la cadena de valor; y cuanto mayor sea el grado de monopolio en el sector, mayor es la capacidad de imponer determinados porcentajes de ganancias sobre sus costos. Por otra parte, en condiciones de menor dinamismo económico se evidencia un mayor uso de esta condición casi monopólica.

    Durante todo este tiempo el objetivo gubernamental en materia inflacionaria se mantuvo incambiado en el rango de 3% a 7%, ubicándose la meta puntual en 5%. Pese al menor ritmo de crecimiento de los precios al consumo en el último trimestre, la inflación sigue ubicándose por encima del rango meta. Sin embargo, el hecho de que la inflación haya comenzado a ceder y se ubicara por debajo del 10% en los últimos meses, ha “aliviado” al gobierno, quien es posible que, con una inflación en este entorno, centre sus esfuerzos de política macroeconómica fundamentalmente en reducir el déficit fiscal, en lugar de centrarla en controlar la inflación, aun cuando varias de las fuentes de crecimiento estructural de los precios siga latente.

    Si no se vuelven a registrar eventos extraordinarios sobre los precios más volátiles como los registrados en relación al precio de frutas y verduras en los primeros trimestres, es probable que la inflación cierre el año en niveles levemente inferiores a los del año pasado (9%), reduciéndose algo más el año próximo (entre 8,5% y 9%). El descenso del tipo de cambio, que ha jugado un rol importante en la disminución de la inflación, ya comenzó a revertirse luego de finalizada la contienda electoral en Estados Unidos. El resultado final dependerá de la aplicación del plan UTE, sobre el cual el gobierno ya anunció que se realizará y abarcará a un porcentaje importante de usuarios aunque el impacto final dependerá del descuento promedio recibido por los usuarios.

    VI. Salarios

    Tras una década de expansión a tasas muy importantes (4,25% promedio anual), en 2015 el salario real medio siguió creciendo pero a un ritmo considerablemente más moderado. El poder de compra de los trabajadores se incrementó tan sólo 1,56% en 2015 con respecto al año anterior, fruto del crecimiento de 1,92% en los salarios del sector privado y 0,92% en los públicos. En los primeros meses de 2016 el ritmo de crecimiento del salario real se siguió desacelerando, pero sin alcanzar en ningún mes tasas de variación interanuales negativas y estabilizándose recientemente en un ritmo de crecimiento de entre 0,5% y 1% en la comparación interanual.[4]

    Un primer elemento que permite explicar esa evolución es la aceleración de la inflación que se dio en el segundo semestre de 2015 y primeros meses de 2016, que erosiona el poder de compra del salario en la medida en que se registran cada vez períodos más prolongados en que el salario real se encuentra por debajo de su nivel de partida. Si bien los convenios firmados hasta 2015 tenían correctivos anuales, la mayor distancia entre la inflación proyectada y la efectiva provoca una mayor brecha entre la evolución de los salarios y la del costo de vida, que si bien se corrigen pasado cierto período, en medio puede provocar caídas puntuales del salario real.

    En segundo lugar, la desaceleración de la economía impactó negativamente sobre el mercado de trabajo, lo que además de reflejarse en la pérdida de puestos de trabajo, también dejó a los trabajadores ocupados en peores condiciones para negociar, contribuyendo negativamente a la desaceleración en la evolución general de los salarios.

    Finalmente, los cambios en la orientación de la política salarial son un elemento a tener en cuenta para explicar la evolución de los salarios en este período. El criterio de semestralización de los ajustes conduce a diferir una parte del ajuste salarial durante 6 meses, contribuyendo a reducir el monto salarial promedio anual. Por su parte, la ausencia de correctivos de inflación anuales, en el caso de los convenios que se firmaron a mediados de 2015, ya resulta en un perjuicio para los trabajadores de estos sectores a mediados del corriente año.

    En 2016 el salario mínimo nacional aumentó 10%. En 2017 aumentará 9,5% y en 2018 lo hará otro 9%, permaneciendo en todos los casos prácticamente constante en términos reales o con aumentos del entorno del 1%, si la inflación se comporta como es esperable. El salario mínimo nacional es el salario sumergido por excelencia y pese a la reinstalación de los Consejos de Salarios, donde se fijan salarios mínimos por categoría laboral para las distintas ramas de actividad, sigue siendo el salario de referencia para los miles de trabajadores desprotegidos y en condiciones de informalidad que todavía hay en el país. 

    La relevancia del salario mínimo nacional en el marco de una política salarial que apunte a mejorar los ingresos de los trabajadores peor remunerados y por esta vía afecte positivamente la distribución del ingreso en la sociedad, es crucial. Como se mencionó antes, no es casual que los años de mayor crecimiento del salario mínimo nacional en términos reales, fueron años también de importantes avances en materia distributiva, tanto en lo que hace a la distribución funcional como personal de los ingresos. El aumento del salario mínimo nacional arrastra directamente los salarios de las categorías laborales más bajas, valorizando el trabajo en estas actividades y generando una política salarial que empuja los salarios desde la base de la pirámide, mejorando así las situaciones más precarias salarialmente.

    Los incrementos de salario mínimo nacional propuestos para los próximos años son sumamente moderados e implican postergar por tres años más el crecimiento en el poder de compra de situaciones que no admiten postergación.

    VII. Cuentas públicas

    A pesar de la reducción alcanzada en el gasto público, el déficit fiscal se ha mantenido en el correr del año en términos interanuales en prácticamente los mismos niveles que en el año 2015 (en el entorno del 3,5% del producto), no lográndose por el momento el objetivo de ir reduciendo el déficit fiscal en el correr del año. El escaso crecimiento de la economía, que condiciona los ingresos del Estado, conjuntamente con un mayor peso de los intereses de deuda pública y las transferencias a la seguridad social, hizo que aunque el resultado primario mejoró levemente, el déficit fiscal empeoró.

    El próximo año se discutirá una nueva rendición de cuentas, la que actualizará gastos para el trienio 2018 – 2020 ya que tras la pasada discusión presupuestal fueron aprobados los gastos e ingresos correspondientes hasta el año 2017.

    Actualmente, el gasto propuesto en todos los rubros de la asignación presupuestal quedó congelado en sus valores de 2017 por lo que la rendición de cuentas será la encargada de votar los incrementos presupuestales que presente el gobierno. En la medida en que los aumentos dispuestos para cumplir con los compromisos sociales en 2016 y 2017 fueron muy bajos (estaban muy lejos de los dos quintos que representaría una distribución lineal a lo largo del quinquenio), los aumentos de los tres años restantes deben ser sensiblemente más importantes. Así por ejemplo, el gasto en educación debería aumentar casi tres veces más en los últimos tres años que lo que aumentó entre 2016 y 2017 para cumplir con el compromiso de alcanzar el 6% del producto para la educación.

    El cumplimiento de estos compromisos más el crecimiento inercial del gasto comparado con un producto que suponemos crecerá de acuerdo a las estimaciones gubernamentales, nos deja un déficit adicional similar al actual, es decir algo por encima de 3 puntos del producto. De esta manera, reducir el déficit fiscal, como espera hacer el gobierno requerirá a nuestro juicio, o bien resignar algunos de los compromisos sociales pactados o bien realizar un nuevo ajuste en las cuentas públicas, el que deberá realizarse por el lado de los ingresos, dado el escaso margen que hay para ajustar gastos.

    PERSPECTIVAS PARA 2017

    Para lo que resta de este año y el próximo, se espera que la actividad económica presente pocos cambios: sin un rápido ascenso ni tampoco caída. Como se mencionó antes, en el segundo semestre de 2016 la actividad económica tendría un comportamiento similar al del primer semestre, registrando trimestres de nulo o muy escaso crecimiento y cerrando el año con una expansión del entorno del 0,5%. Tanto la dinámica externa como la interna convalidarían este comportamiento.

    A nivel externo se espera que las economías regionales sigan presentando problemas en el corto plazo por lo que la demanda de estos países seguiría viéndose afectada a la vez que no se avizoran cambios relevantes en la economía mundial, ni por la vía de los precios a los que colocamos nuestros productos ni a partir de los volúmenes exportados. A nivel interno por su parte, si la masa salarial permanece prácticamente constante y continúan las restricciones al gasto público, no se puede esperar un repunte significativo sobre el consumo interno. El efecto sobre la inversión es más incierto, en particular para el año entrante, ya que está bastante ligado al comienzo de la inversión de la nueva planta de UPM, la que tendrá un impacto significativo en este rubro. En este contexto, en 2017 la economía crecería algo más que en 2016 pero sin evidenciar un gran salto.  

    En este marco, el mercado laboral no presentaría grandes cambios y en 2017 se mantendrían niveles de empleo y desempleo similares al piso alcanzado en 2016. Si bien esto puede ser una buena noticia a nivel agregado, es complicado en aquellos sectores que vienen acarreando problemas de empleo desde hace más tiempo y donde, aunque no empeorarían, tampoco no se verían mejoras en el corto plazo, si no se aplican políticas sectoriales de promoción y defensa del empleo a partir de políticas activas de empleo y capacitación.

    Para el cierre de 2016 y en 2017, la evolución de los salarios reales comenzará a estar más estrechamente ligada a los nuevos lineamientos salariales, lo que dadas sus características (semestralización de los ajustes, alargamiento de los plazos en que se realizan los correctivos y ajustes nominales por todo concepto, entre otros) provocará una nueva desaceleración del salario real en los próximos años, dificultando las posibilidades de crecimiento del consumo interno.

    En materia inflacionaria, si bien la inflación cedió en los últimos meses y se espera que esta situación se mantenga, no es esperable que se alinee con la meta inflacionaria en los próximos años. Además, es preocupante la heterogeneidad que se registra en la evolución de los distintos precios y en particular el hecho de que varios precios que componen la canasta básica de alimentos se vienen ubicando sistemáticamente por encima del crecimiento medio de los precios.

    El otro componente de la demanda interna que puede aportar a revertir este proceso de magro crecimiento y estancamiento es la inversión pública. En la ley presupuestal se anunció una inversión pública para el quinquenio de 12.400 millones de dólares (8 mil con recursos presupuestales y 4.400 por asociaciones con privados). Sin embargo, hasta el momento no se ha ejecutado la parte de inversión pública propiamente y se asume como enlentecidas las que se harían por asociación con privados.

    En las perspectivas de 2017 hay que tener en cuenta el dilema presupuestal que se presentará ya que de no mediar cambios tributarios, no parece viable cumplir con todos los compromisos programáticos asumidos en inversión pública y gasto social, y alcanzar además la meta propuesta en materia de déficit fiscal.

    Diciembre 2016

    [1]. Se trata de la comparación trimestral desestacionalizada.

    [2]. Ver últimos Informes de coyuntura, Instituto Cuesta Duarte, PIT-CNT. http://www.cuestaduarte.org.uy/investigacion/economia/informes-de-coyuntura

    [3].Cabe aclarar que la caída del empleo en los primeros 9 meses de 2016 respecto a la situación de 2014 alcanza a 30.000 puestos, cifra que se ubica próxima al 2% del total, más allá de que se han mencionado diferentes cifras al respecto, no todas ellas metodológicamente correctas al no considerar en la comparación de diferentes períodos aspectos como la estacionalidad que presentan los datos relativos al empleo.

    [4].Se entiende por medición interanual a la comparación entre el salario real promedio de los últimos 12 meses hasta un determinado mes respecto al salario medio de los últimos 12 meses del año anterior.

    Modificado por última vez en Jueves, 29 Diciembre 2016 13:46
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