Graciela

Viernes, 17 Febrero 2023 19:43
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Graciela ama, cuida, cocina, perdona, quiere, se ríe, ordena, adora, protesta y marcha los 8M por sus hijas, por sus nietas "y por las mujeres de todas partes".

De chiquita se quedó sin mamá. Demasiado pronto y sin tiempo a casi nada. Cuando tenía tan solo cuatro años tuvo que escuchar hablar de la muerte y entender lo que significaría no volver a ver a su mamá.  

Desde entonces supo que la vida no era como la contaban los cuentos que le leían antes de ir a dormir. Así fue que creció en una casa quinta de Los Bulevares bajo la sobreprotección de su papá y de sus dos hermanos -mayores que ella- que cuidaron a la pequeña de manera amorosa y también por momentos, de forma algo torpe. Hombres…

De niña, mientras ayudaba a su papá, aprendió a dar vuelta la tierra, a plantar, a cosechar y a conocer los secretos de las manzanas, cebollas, papas, boniatos, zapallos y algunas otras cosas. Todo lo que se cosechaba su papá lo vendía en el viejo Mercado Modelo. Eran días preciosos. Pero los más lindos de todos eran aquellos en los que tocaba pisar uvas para preparar vino casero. Era una fiesta. Hoy recordar aquellos días sigue siendo una especie de viaje a los mejores días de la infancia.

Después -acaso porque la vida suele ser escurridiza- Graciela relegó los estudios por el trabajo, primero en un almacén de ramos generales que tenían sus tíos muy cerquita de su casa y cuando ese almacén cerró, su hermano la llevó a trabajar a un supermercado en el centro de Montevideo donde ganaba 1000 pesos, "un platal en esa época para mí". Así, casi sin darse cuenta, comenzó a tomar distancia de la casa paterna, que ya no era como antes, había perdido muchas cosas, especialmente la ternura, la dulzura y hasta el perfume de las flores y se había transformado en un espacio cargado de dolor. Graciela siguió su vida, se casó y tuvo tres hijas a las que adora tanto como a sus nietas. Desde muy joven fue cuidadora de personas mayores, cuando no existía el Sistema Nacional Integrado de Cuidados y en tiempos en los que tanto el trabajo doméstico como el de los cuidados, eran considerados casi una obligación de las mujeres, sin derecho a casi nada.

"Me instalé en una casa de familia y empecé a ayudar en la cocina, después a otras tareas, durante algún año que otro hasta que esa familia me recomendó a otra en la que estuve trabajando durante 25 años. Con ellos pasé buena parte de mi vida. Les ayudé a criar a sus hijos. Para ellos, yo era una más de la familia, me decían eso, que yo era todo para ellos. Pero siempre me tuvieron en negro y yo no me daba cuenta que me estaban perjudicando. La verdad, recién con los años y cuando me informé de los derechos entendí todo el daño que significaba para mí y para mi familia que me hubieran tenido sin seguridad social".

A veces Graciela se queda callada. Y siente una mezcla de tristeza y vergüenza de ciertas cosas de su vida. Carga con una mochila repleta de piedras infames, impiadosas, oscuras y ajenas. Pero ella las sobrelleva como puede cada día.

Se arrepiente de no haber seguido estudiando, de haber sido consentida primero y destratada después. Se apena hasta el alma de todo lo que cambió su vida cuando su papá envejeció.

Ahora, casi todo lo ve distinto. Hasta los recuerdos. Hoy se ríe del baile «custodiada» por sus primos grandes en el que formalizó su noviazgo con su esposo y padre de sus tres hijas.

Y cada día que llega a su trabajo agradece que la vida le haya dado esta oportunidad de recuperar la sonrisa. Primero con sus nietas, las mellizas de trece y la más pequeña de tres años. Y también con su trabajo.

Hace más de una década que trabaja en el PIT-CNT. "Me cambió la vida. Entré un día antes de cumplir 50 años. Es casi imposible que te tomen en un trabajo a esa edad y acá lo hicieron. Y eso que no conocía a nadie. Había salido a repartir currículum como loca, por todas partes y casi sin darme cuenta, miré y vi la fachada del PIT-CNT. Yo pertenecía a mi sindicato pero nunca había venido al PIT-CNT. Entonces entré y dije que quería dejar mi currículum por si llegaban a precisar a alguien para trabajar de lo que fuera. Y justo precisaban alguien para una suplencia y me llamaron a los dos o tres días. Y llevo casi once años acá, con derechos, con todo lo que tiene que tener una trabajadora y eso me cambió la vida".

Graciela ama, cuida, cocina, perdona, quiere, se ríe, ordena, adora, protesta y marcha los 8M.

En los pasillos del PIT-CNT, entre fotos históricas y afiches que conservan latidos de vereda, se escucha la leyenda que las tartas de Graciela son un viaje de ida, sin retorno y casi un placer prohibido.

Dicen otros, que las milanesas de Graciela arrasarían con las estrellas Michelin.

Hoy Graciela sigue riendo, agradeciendo a la vida y a Dios, todo lo que tiene.

Y el 8M marchará con sus compañeras, levantando banderas que son colectivas y suyas. Imparables.   

Modificado por última vez en Lunes, 20 Febrero 2023 10:18
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