Instituto Cuesta Duarte analiza el impacto de la inflación en los hogares uruguayos
El Instituto Cuesta Duarte (ICUDU) realizó un estudio relacionado a la inflación, el precio del aceite y su efecto en el bienestar de los hogares. Se trata de dos miradas complementarias de un mismo fenómeno. En el documento, el ICUDU recuerda que la inflación es uno de los fenómenos económicos que afecta de manera más rápida a la población, deteriorando la calidad de vida o bienestar de los hogares.
Asimismo, indica que una nueva caída de salario real en 2022, en el marco de una economía que según las proyecciones gubernamentales se expandirá 3,8%, "va a representar una nueva pérdida en la participación del ingreso total para los trabajadores", en la medida en que salario y empleo crecerán menos que la riqueza generada.
Además, destaca que "en una economía como la uruguaya, donde no existen estudios ni análisis sobre la composición de los precios a nivel nacional, los procesos de fuerte crecimiento de los precios conducen a que algunos sectores, con mayor poder de mercado, tiendan a apropiarse de ganancias extraordinarias. Esto es, en el marco de subas de precios que se producen por distintos factores, quienes detentan poderes oligopólicos, tanto en la producción como en las cadenas de distribución, tienen mayor posibilidad de remarque de precios para así apropiarse de rentas extraordinarias, incluso si no se enfrentan a subas en los costos que ameriten el alza de precios".
Introducción
En los últimos meses hemos sido testigos de subas importantes en los precios de varios productos relevantes en la canasta de consumo de la mayor parte de los hogares uruguayos. Esto, que es fácilmente perceptible a nivel de la economía familiar, es lo que se recoge –de manera mucho más técnica- a nivel macroeconómico en la evolución de la inflación. Así, la inflación es uno de los fenómenos económicos que afecta de manera más rápida, deteriorando la calidad de vida o bienestar de los hogares.
En los párrafos que siguen se presentan dos miradas complementarias del incremento de los precios. La primera de estas miradas, la más intuitiva y coloquial, se plasma a partir de la presentación de una tabla donde aparecen una serie de productos (seleccionados arbitrariamente) de consumo cotidiano, para los que se presenta la variación de sus precios. Dichas variaciones muestran simplemente el encarecimiento de los precios a los que se enfrentan las familias diariamente al momento de realizar sus compras y que en algunas oportunidades, pueden generar la idea de ubicarse bastante por encima de los porcentajes generales de inflación.
La segunda mirada habla del fenómeno conocido como inflación, que en Uruguay es relevado a partir de la evolución de un índice de precios al consumo (IPC). En esta parte se presentan algunos aspectos metodológicos que tienen que ver con la construcción del IPC y cómo este indicador recoge las nociones más intuitivas de la mirada anterior (¿cómo se plasman las subas más visibles en los rubros antes mencionados y de consumo más cotidiano en las variaciones promedio que arroja el dato mensual de IPC?). También se hace referencia a las tendencias recientes en materia de crecimiento promedio de los precios.
Finalmente, la última parte da cuenta del impacto que el fenómeno de suba de precios tiene sobre las remuneraciones por el trabajo, los procesos de negociación colectiva y sobre los ingresos de los hogares en general. También se comenta brevemente acerca de las alternativas de política económica para combatir la inflación así como las implicancias de las mismas.
La mirada más coloquial del tema: La suba de los precios de los productos de consumo más cotidiano
En los últimos meses se han producido subas importantes en los precios de los productos de consumo más cotidiano por parte de los hogares como son los alimentos y los productos de limpieza e higiene personal. Justamente al tratarse de bienes que los hogares compran y consumen diariamente, el aumento de sus precios es más perceptible que las subas que se registran en otros productos y servicios que se consumen de manera más periódica o que no son tan sensibles al sentir popular como sucede con estos rubros.
En el cuadro que sigue se presentan las variaciones, tanto en términos monetarios como en porcentaje, de los precios de una serie de productos que intuitivamente nos parece que forman parte de la canasta de consumo de la mayoría de los hogares uruguayos. Los mismos surgen del relevamiento que realiza mensualmente el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) sobre una serie de artículos, en las principales cadenas de comercialización minorista nacional. El precio puntual de referencia en cada caso es el promedio del precio de cada uno de los productos en las distintas cadenas de supermercados relevadas por el MEF, y a efectos de la comparabilidad se toman productos idénticos. En el caso del precio de la nafta y el supergas, el precio de referencia es el oficial tomado de la web de ANCAP.
La selección de productos es arbitraria y se realizó de manera intuitiva a partir de la información disponible en la página del MEF. No se incluyen los precios de frutas y verduras por la fuerte variabilidad de los mismos (y otras particularidades de estos mercados), que provoca que la comparación de precios punta a punta no sea la mejor medida de lo que sucede con estos precios en el correr del tiempo.
Como se puede observar en el cuadro de más arriba, buena parte de los productos seleccionados, que además están ordenados de acuerdo a las variaciones porcentuales registradas en sus precios en el período de referencia, tienen incrementos de más de 25%. Esto significa que en los últimos 24 meses, más de la mitad de los productos seleccionados vieron incrementados sus precios en por lo menos una cuarta parte del valor original. En un número no despreciable de productos además, las subas superan al 33%, de modo que los precios se ubican actualmente más de una tercera parte por encima de su valor de febrero de 2020.
La anterior es una manera sencilla de plasmar en números la “carestía” o “aumento en el costo de vida” a la que cotidianamente se enfrentan las familias y que, dependiendo de distintas características de los hogares, los afecta en mayor o menor medida. Como contrapartida de lo intuitivo y sencillo de analizar el cuadro anterior, el mismo no permite saber del impacto que estas subas pueden tener en el consumo promedio de los hogares. Esto se explica porque en definitiva, esto depende no solamente de las variaciones registradas en los precios sino también de otros factores, entre los que destaca la relevancia del consumo de cada uno de estos bienes en el gasto total del hogar.
La inflación medida a partir del incremento del IPC: Medida síntesis de las variaciones promedio ponderadas
i. Algunas apreciaciones metodológicas
En Uruguay, la inflación se mide a partir de las variaciones del Índice de Precios al Consumo (IPC), que mensualmente releva y difunde el Instituto Nacional de Estadística (INE). Este índice recoge la variación de los precios de un conjunto de bienes y servicios, componentes de una canasta de consumo promedio de los hogares. Dicha canasta representativa es teórica y da cuenta del total de productos consumidos por un hogar promedio o “tipo” de nuestro país. Además, de los productos –ordenados en distintos rubros- la canasta incorpora el peso o participación que tiene cada uno de los bienes en el gasto total del hogar. Este peso es justamente el que permite ponderar cada una de las variaciones de precios según su incidencia en el gasto total.
Por tanto, la canasta a partir de la cual se mide el IPC incluye tanto alimentos, productos de limpieza e higiene personal, como los que aparecen en el cuadro anterior, y también otros bienes y servicios que los hogares compran y consumen de manera más esporádica. Este es el caso por ejemplo de los bienes y servicios incluidos en el rubro Vivienda –segundo en peso en la canasta total-, que aún cuando se consumen diariamente, su pago tiende a realizarse en general de manera mensual. Este es el caso de la electricidad, el agua y los alquileres, entre otros.
ii. Evolución reciente de la inflación
En los últimos 12 meses, la inflación se ubicó en 8,85% y viene mostrando una tendencia creciente, alejándose del rango meta definido por el gobierno y que a mediados de este año pasa a ubicarse entre 4% y 6%. De hecho, en los 24 meses transcurridos de la actual gestión, la inflación solamente se ubicó dentro del rango meta (es decir, por debajo del 7%) en dos oportunidades; y en varios meses de 2020 superó al 10%.
No es novedad en nuestro país el hecho de que la inflación se ubique por encima del 8%, que supere al rango meta o incluso que se aproxime al 10%. Por lo tanto, aunque esto no es algo específico de esta administración de gobierno, y las dificultades para encauzar la inflación a la meta gubernamental, tienen larga data; el tema se vuelve particularmente relevante en este contexto específico, fundamentalmente por tres razones.
En primer término, porque en este crecimiento de precios ya elevados (o al menos por encima de las expectativas gubernamentales), es esperable que en los próximos meses las presiones sobre los precios se agudicen de cara al contexto geopolítico internacional. La invasión de Rusia a Ucrania ha incrementado las presiones alcistas tanto sobre el precio del petróleo a nivel mundial como sobre los precios de varios commodities, que forman parte o son insumos fundamentales de la canasta de consumo, como es el caso del trigo y otros alimentos. Por tanto, si bien podemos decir que parte de las subas registradas hasta el momento internalizan en alguna medida estas cuestiones (en la medida en que han sido anticipadas parcialmente por parte de los mercados internacionales), vale decir que en nuestro país, previo a los efectos de la guerra, ya teníamos un nivel de suba de precios superior a la meta y expectativas gubernamentales.
En segundo lugar, es clave destacar que aunque los porcentajes de crecimiento medio de los precios a los que nos enfrentamos actualmente (con una inflación cercana al 9% anual y con proyecciones de que suba en el corto plazo) no representan niveles inflacionarios dramáticamente altos ni en la comparación mundial ni con nuestra propia historia en la materia; se vuelven particularmente relevantes en momentos en que los ingresos de los asalariados y también de los pasivos, crecen a un ritmo menor. Esto es, las subas de precios registradas hasta el momento, más que relevantes en sí mismas, lo son en comparación a lo que sucede con los principales ingresos corrientes de los hogares; y que lleva a que el poder de compra de los mismos disminuya. A esto hay que agregar que la caída en el poder de compra de salarios y pasividades ya lleva dos años consecutivos, acotando el margen de los hogares que viven de estos ingresos, para mantener los niveles de bienestar que tenían previo a 2020.
En concreto, en el acumulado de los últimos dos años, el nivel general de los precios al consumo medido por el IPC tuvo un 18,8% de incremento. En el mismo período, el salario promedio mostró una variación del orden del 13,5%, lo que permite visualizar con claridad la magnitud de la caída del poder de compra de los ingresos de los asalariados. Para las pasividades, la trayectoria es similar dado que constitucionalmente las mismas se ajustan por el Índice Medio de Salarios. Por lo tanto, la problemática para el bienestar de los hogares tiene que ver con ambas cuestiones en conjunto: un incremento acelerado de los precios al consumo y una evolución de los ingresos que se ubica por debajo.
Por último, y en un análisis más pormenorizado de la evolución de los precios al consumo, interesa remarcar que dentro de los rubros de la canasta empleada para medir el IPC que tuvieron incrementos mayores al promedio en este período, destacan los alimentos, los cuales en términos promedio aumentaron 22% en estos dos años (por encima del 18,8% antes mencionado para la evolución media). A su vez, también aumentaron más que la inflación promedio algunos servicios públicos básicos cuya tarifa es definida por el Poder Ejecutivo (electricidad, agua), los combustibles (Nafta, Gas Oil, Súper Gas) y también los bienes de higiene personal y del hogar.
Lo anterior es especialmente preocupante por varias razones. En el caso particular de los alimentos, se debe tener en cuenta que cuánto más bajo es el ingreso de un hogar, mayor es el porcentaje de su ingreso que destina a la compra de rubros alimenticios, por lo cual el incremento de los precios de estos rubros le impacta en mayor medida a estos hogares. A modo de ejemplo, el 50% de los hogares de menores ingresos, destina en promedio un tercio de su presupuesto en alimentos y bebidas no alcohólicas, mientras que en el conjunto de los hogares esta proporción es de la cuarta parte. Otro elemento a tener en cuenta es que tanto los alimentos, los servicios públicos básicos, el Súper Gas y los bienes de higiene personal y del hogar, son rubros de difícil o casi imposible sustitución, por lo cual el incremento de precios de estos rubros produce un impacto en los hogares que resulta muy difícil de eludir. En este sentido, cobra relevancia a modo ilustrativo, la referencia al cuadro anterior en que se plasman directamente las subas en los precios de varios de estos productos.
¿Cómo impacta la suba de precios en los ingresos y bienestar de los hogares uruguayos?
Como se planteó al principio, la inflación es una de las variables macroeconómicas de mayor impacto en la vida de las personas. En este contexto, una inflación interanual por encima del rango meta y creciente tiene consecuencias directas sobre otros aspectos del funcionamiento económico (algunas de las que se detallan a continuación) y por ende hacen relevante su control.
En primer lugar, la evolución de la inflación refleja en promedio la evolución de los precios al consumo al que se enfrentan los hogares. Así, el mayor crecimiento de los precios al consumo promedio, respecto a los ingresos de trabajadores asalariados y pasivos, es lo que ha determinado un menor poder de compra para estos sectores que componen (junto a sus familias) la inmensa mayoría de la población. Adicionalmente, en una mirada hacia adelante, una mayor inflación a la proyectada por el gobierno tiene importantes consecuencias sobre la evolución futura del salario real.
En el caso del sector privado, tras una ronda de caída de salario real de 4,2% para la mayor parte de los trabajadores privados, a mediados de 2021 comenzó una nueva ronda de negociación colectiva. Los ajustes pautados en la misma incorporaban –de acuerdo a los lineamientos propuestos por el Poder Ejecutivo- un componente vinculado al crecimiento futuro de los precios (de manera que el salario real no siguiera cayendo) y otro a cuenta de la pérdida acaecida en la ronda anterior. Si bien la propuesta del Ejecutivo era que -en el mejor de los casos- los grupos no considerados en problemas tuvieran una recuperación de 1,6 puntos en dos años, muchas de las resoluciones adoptadas incorporaron porcentajes por encima de este monto.
Sin embargo, la mal llamada recuperación –en la medida en que la pérdida de poder de compra no se recupera sino que únicamente se vuelve a los niveles previos- se va a consolidar en la medida en que la inflación efectiva converja a la estimada por el gobierno. En concreto, para el año que va entre julio de 2020 y junio de 2021 la mayor parte de las resoluciones adoptadas, incorporaron porcentajes de 5,6% de inflación. De mantenerse para mediados de año los niveles de inflación actuales (8,9% aproximadamente), la diferencia entre la inflación efectiva y la estimación incorporada ascenderá a algo más de 3 puntos. Por lo tanto, los ajustes establecidos a cuenta de recuperación serán absorbidos por el mayor crecimiento de los precios y la recuperación se postergará hasta el momento en que se paguen los correctivos, los que para la mayor parte de los convenios están establecidos en julio de 2023.
En el caso de los trabajadores pertenecientes a sectores considerados en problemas, a mediados del año pasado ingresaron en una segunda ronda puente de pérdida salarial. Para estos trabajadores, que en su mayoría ya tuvieron una caída de salario real de 4,2%, cuanto mayor sea la inflación del período, mayor será la pérdida de poder de compra que enfrentaran en la medida en que en el año tienen un único ajuste salarial de 3%.
En términos promedio, cuanto mayor sea la distancia entre la inflación efectiva en 2021 y la estimada por el gobierno (5,8%) peor será la evolución del salario real en el año, pudiendo constatarse una nueva caída en el mismo y por ende acumulándose tres años consecutivos de pérdida de poder de compra por parte de los asalariados.
Esto, además de arrastrar consigo la evolución de pasividades, tiene consecuencias relevantes en materia distributiva. Aunque todavía no se cuenta con los datos definitivos, en 2021 se estima que la economía crecerá 4,5% mientras que el salario real volvió a caer 1,6%. Una nueva caída de salario real en 2022 en el marco de una economía que según las proyecciones gubernamentales se expandirá 3,8% va a representar una nueva pérdida en la participación del ingreso total para los trabajadores, en la medida en que salario y empleo crecerán menos que la riqueza generada.
Finalmente, interesa destacar que en una economía como la uruguaya, donde no existen estudios ni análisis sobre la composición de los precios a nivel nacional, los procesos de fuerte crecimiento de los precios conducen a que algunos sectores, con mayor poder de mercado, tiendan a apropiarse de ganancias extraordinarias. Esto es, en el marco de subas de precios que se producen por distintos factores, quienes detentan poderes oligopólicos, tanto en la producción como en las cadenas de distribución, tienen mayor posibilidad de remarque de precios para así apropiarse de rentas extraordinarias, incluso si no se enfrentan a subas en los costos que ameriten el alza de precios.